The Same Kind of Thing

Monday of the Twelfth Week in Ordinary Time

Readings: Genesis 12:1-9 / Matthew 7:1-5

Today's Gospel has the kind of irony we've come to expect from the teaching of Jesus.

On the one hand, we know that we're like this, right?

We're so quick to notice the little splinter in the other person’s eye, even though we might have a log in our own eye that really prevents us from seeing clearly.

But I think this Gospel also calls us to notice something, namely this:

The wooden beam in my eye is the same kind of thing as the splinter in my brother's eye.

They're the same element, if you want.

They're both made of wood.

And isn't that so often the case, that the thing in myself that keeps me from seeing clearly is the very thing I despise in my brother?

The thing about myself, perhaps, that I hate or I want to ignore is the very thing I'm quickest to notice in the other person, to call out and to criticize.

We often hate in others what we first hate in ourselves, and we try to fix in them what we need to fix in ourselves.

So today, as the Word of God calls us to conversion, let’s ask for the grace of deeper humility, to see in ourselves those things that we’re so quick to criticize in one another…

And ask God for the grace to be healed in our own areas of sinfulness and imperfection, to “stop judging, lest we be judged,” and instead say to the Lord: “Have mercy on me, a sinner.”

Always, now and ever, and unto the ages of ages. Amen.

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En este evangelio de hoy escuchamos el tipo de ironía porque nuestro Señor es muy famoso.

Él siempre quiere enseñarnos así, con estas parábolas.

Y es bien irónico que lo que miramos en el otro, en el ojo de nuestro hermano, es una paja, cuando tenemos en nuestro propio ojo una viga, ¿verdad?

Pero otra cosa que nuestro Señor nos enseña hoy es que estas dos cosas, la paja en el ojo del hermano y la viga en mi propio ojo, son la misma tipo de cosa.

Los dos son de madera.

Y siempre es así en la vida.

Somos así.

Estamos muy de ver en los demás y criticar en ellos lo que más odiamos en nosotros.

Entonces hoy, cuando la palabra de Dios nos llama a la conversión, pidámosle al Señor la gracia de la humildad, para poder ver en nosotros lo que queremos criticar en los demás…

E intentar sanar en nosotros mismos lo que queremos arreglar en las vidas de ellos.

El Señor nos dice, “No juzguen, y no serán juzgados.”

Entonces, pidámosle esa gracia de dejar a un lado la tendencia de juzgar a los demás y decir ante el Señor, “Ten piedad de mí, que soy pecador.”

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.